Los nacionalismos en las Redes sociales
- Rebeca Viñuela Pérez
- 8 abr 2021
- 4 Min. de lectura
Twitter se ha convertido, irremediablemente, en un gallinero. Las opiniones cruzan de lado a lado sin que casi nadie preste real atención a lo que lee. Los contenidos vacíos de cuestiones publicadas bajo el amparo de la efímera #tendencia acaparan los muros cual noticia de última hora. Y todo el mundo opina. Unas veces bajo el amparo del anonimato, otras veces no. Tampoco importa, porque en el frenesí del cortoplacismo, cualquier argumento quedará, en no más de unas horas, suplantado por otros cien.
Los temas, en realidad, podrían resultar realmente interesantes si uno se tomara la molestia de ver qué hay detrás de ellos. Pero ¿cómo conseguir algo semejante en tan pocos caracteres? Ahí, dirán muchos, entran los hilos, capaces de ofrecer el espacio necesario para dar una explicación medianamente comprensible de aquello que se anuncia con tinta de lapicero: bonita pero endeble. Las cosas, no obstante, a veces cambian, y la Historia, por ejemplo, está generando su propio espacio de difusión desde perfiles que tratan de divulgar, entre un público más amplio, aquello que solía quedarse entre aulas de universidad y manuales. Y una no puede sino aplaudir ante ello. LaMesa, después de todo, es un ejemplo de ello.
Entre aquellos temas imperecederos, sobresale, por supuesto, el nacionalismo. En España, la cuestión se ha estirado tanto, que toda excusa es válida para tratar de ello. Que si Cataluña, que si Vox, que si el País Vasco. Tanto la derecha como la izquierda, e incluso aquellos que dicen ser del centro, se han convertido en partícipes de una reproducción de aquellos argumentos que una, como historiadora del siglo XIX, no puede sino comparar con aquellos otros que las revoluciones liberales, y las independencias americanas, colocaron sobre las mesas de debate en las esferas de la política decimonónica.
¿Es Cataluña una nación desde la Edad Media? ¿Y España? ¿Existió España desde los Reyes Católicos? Desde la perspectiva del análisis conceptual, se debería responder que depende. ¿De qué se está hablando exactamente? ¿De una identidad basada en categorizaciones culturales, como el lenguaje o una cierta similitud de tradiciones? ¿O acaso estamos hablando de entidades políticas? En el primer caso, aquel que alude a idiomas compartidos y platos culinarios regionales, la respuesta sería que sí. Que España, como referencia identitaria, se encuentra en testimonios anteriores al siglo XIX. Lo que hay que comprender es que bajo el término de nación se englobó mucho más. En México, por ejemplo, se hablaba de la nación pehuenche, y también de la nación novohispana. Y aquello no parecía ser contradictorio con sentirse, al mismo tiempo, miembro de la nación española. Uno era, a fin de cuentas, súbdito de Su Majestad, y aquello no quitaba que se sintiese parte de otra comunidad que se autodenominaba, bajo los términos de la época, como nación.
En el siglo XVIII, Félix de Azara lo describía así: ”Llamaré nación a cualquiera congregación de indios que tengan el mismo espíritu, formas y costumbres, con idioma propio tan diferente de los conocidos por allá, como el español del alemán” (de Azara 1790). El término nación dentro del Imperio hispánico estaba asociado usualmente a la Monarquía Católica, pero, como demostró Fernández Sebastián, dentro de esta cabían, a su vez, muchas otras naciones (Fernández Sebastián and Aljovín de Losada 2015, 855).
El problema entonces reside en la segunda opción. Porque cuando en la actualidad se plantea el origen de las naciones, ya sea la española, la catalana, la vasca o la castellana, se hace mediante una referencia propiamente moderna, que alude a la nación como un sujeto político. Y entraña cuestiones históricas que se deben tener en cuenta. En 1758, unas décadas antes de que Francia se fracturase en medio de una revolución que se vistió bajo los ropajes del liberalismo, Emmer de Vattel, filósofo sueco, definía las naciones, o estados, como “cuerpos políticos, o sociedades de hombres reunidos con el fin de procurar su conservación y ventaja, mediante la unión de sus fuerzas” (Chiaramonte 2004, 34). En el mundo hispánico, las abdicaciones de Bayona (1808) habían provocado un vacío de poder en el centro mismo de la soberanía imperial. Y los territorios, muchos de ellos con identidades culturales precedentes, se vieron en la necesidad de crear nuevos sostenes de la soberanía. Nacían así las naciones, entidades políticas que tomaron cuerpo y forma como sujetos políticos, diseñados, además, bajo los nuevos marcos constitucionales del liberalismo.
Por eso, cuando uno hace referencia a los orígenes ancestrales de “X” nación -como por ejemplo lo hizo Rajoy en su día, aludiendo a que España era la nación más antigua de Europa (Blanco 2017) - debería saber que su argumentación no carece de sentido cuando se habla de colectivos identificados bajo determinados parámetros culturales. Sí, por otra parte, se refiere a las Naciones como entidades políticas, caería, inevitablemente, en un anacronismo histórico. Antes del siglo XIX, uno usaba el término patria para referirse al conjunto de personas que vivía bajo las mismas leyes; hoy en día, ambas palabras, nación y patria, parecen haberse mezclado, pero también es normal, vista la generalización del uso del concepto de nacionalismo.
Por todo esto, a pesar de que las redes sociales se han convertido en una fuente infinita de información, uno debe ser crítico tanto con lo que lee como con lo que escribe. Y recordar que el significado que le demos a los conceptos utilizados en cualquier debate o charla, por muy efímera que esta sea, va a terminar condicionando nuestra postura ideológica en lo que se refiere a la política actual. Y eso no desaparece por muchos mensajes que escribamos después para taparlo.
Bibliografía:
Patricia R. Blanco, «España no es la nación más antigua de Europa por mucho que Rajoy insista», El País, 2017, https://elpais.com/elpais/2017/03/03/hechos/1488544294_076383.html.
Emmer du Vattel, Le droit de gens ou principes de la loi naturelle apliques a la conduite et aux affaires des nations et des souveraines, Leyden, 1758, cit. José C. Chiaramonte, Nación y Estado en Iberoamérica. El lenguaje político en tiempos de las independencias, Buenos Aires, Sudamericana, 2004.
Fernández Sebastián, Javier., and Cristóbal Aljovín de Losada. 2015. Diccionario político y social del mundo iberoamericano : la era de las revoluciones, 1750-1850. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
Félix de Azara, Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata, Buenos Aires, Bajel, 1943, 1ª ed. Madrid 1847, original de 1790.
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