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Lucha, participación y política. Una idea sobre las elecciones. Parte I

  • Carlos Alberto Castro López
  • 24 nov 2021
  • 6 Min. de lectura

La naturaleza de la política parece ser, en el contexto actual, un ariete metafórico de acciones seriales (transitorias) no destinadas al detalle (observación, reflexión) sino a la concomitante demanda de estímulos en el ocaso de los ritos y ceremonias, ¿cuál es la función de la democracia y los mecanismos en el que esta idea distribuye y expresa el poder, materializando cierto espacio para la idea de libertad? Estas dos expresiones de “poder” y “libertad” parece no coexistir en el mismo sentido; (Spinoza, 2019) plantea dentro de las posibilidades del sometimiento entre individuos y los que gobiernan en el prólogo de su Tratado Teológico-Político, “[…] el miedo con el que se los quiere controlar, a fin de que luchen por su esclavitud, como si se tratara de su salvación…” (p. 79)., es la idea sustancial, siguiendo a Spinoza en su tratado, del engaño de los individuos en estas relaciones basadas en el sometimiento.


Pero, ¿es la democracia y sus mecanismos de participación un recuento de la discusión político-filosófica de Spinoza? Antes de describir la forma en que se plantea esta lucha en el contexto de la democracia moderna, parece presentarse en el espacio político como elemento distintivo las acciones; algunos autores como (Castoriadis, 2005) esboza la idea de que “[…] la política corresponde al hacer creador de los hombres, hacer que creó, en la forma del pensamiento, la posibilidad y no ciertamente la fatalidad de su propia dilucidación que corresponde ella misma, en definitiva, nuestro hacer” (p, 15); este hacer creador de los hombres materializado en un contexto histórico-social, ¿supone relaciones de lucha por control?


Es en el contexto de ese hacer que se da entre los seres humanos, surge presumiblemente el fenómeno del poder como (Spiritto, 2020) “[…] un factor que otorga viabilidad a las decisiones políticas cuando la entendemos como la ‘[…] capacidad que tiene un actor para lograr sus objetivos mediante la modificación de la conducta de otro actor” (Apud. Rey, “el poder, introducción a su estudio”, p. 10). Esto presentado en el contexto de la vida política como (Easton, 2012) “[…] conjunto de interacciones sociales de individuos y grupos […]. Por otro lado, lo que distingue a las interacciones políticas de todas las otras interacciones sociales es que se orientan predominantemente hacia la asignación autoritaria de valores para una sociedad” (p, 78-79).


Es en el politólogo David Easton donde el concepto de sistema político adquiere el centro de la vida política entendida por interacciones orientadas a la asignación de valores en una sociedad: qué entendemos, cómo valoramos nuestras relaciones; aceptabilidad o resistencia a gobiernos, instituciones; el sistema político se encarga de orientar el horizonte de estas ideas (su sentido). Es así que surge una pregunta básica dentro de estas ideas: si los seres humanos se relacionan, se han agrupado y mantienen relativamente interacciones relacionadas con el sometimiento (relaciones de poder), ¿se distribuye la capacidad que tienen los actores de ostentar en un momento determinado el poder político otorgado por el Estado?


El desarrollo de las sociedades en el marco de las relaciones, supone variadas formas de organización, distribución de poder y formas de legalidad (iglesia, derecho de sucesión, conquista). Este trayecto histórico de concentración del poder y la instancia central de su distribución en el Estado moderno como



"[…] el producto de la concentración creciente de la fuerza en una sola instancia, a través de un largo trayecto histórico a lo largo del cual el Estado todavía en formación fue despojando de los monopolios que en su propio o más pequeño nivel ejercían los señores feudales, los nobles, los jerarcas eclesiásticos" (ibídem, p. 21-22).



El Estado como organismo de crecimiento histórico adquiere formas particulares de acción y que se encarnan en los sistemas de gobiernos; según Robert Dahl, plantea que


"Fue en Grecia y Roma clásicas, en torno al año 500 a. C., donde se establecieron por vez primera sistemas de gobierno que permitieron la participación popular de un sustancial número de ciudadanos sobre las bases tan sólidas que, con cambios ocasionales, pervivieron durante siglos" (Dahl, 2012, p. 13).


Estos sistemas de gobiernos ideados en la Grecia y Roma clásicas adquirieron una fase, dentro del sistema, de participación. Estos mecanismos, al igual que el Estado, fueron avanzando a través del tiempo de acuerdo a la necesidad de las poblaciones que conformaban estas organizaciones políticas; la necesidad de un sistema de participación, en sus avatares históricos rudimentarios, perfeccionó, parcialmente, el sistema donde se fundan y se reconocen los gobiernos, por lo menos, en la mayoría de países según matices diversos de acuerdo a la sociedad, la extensión territorial y cultural: la democracia.


Es en este sistema, donde la mayoría de los Estados conformados y reconocidos, establece en su sistema político la democracia como instrumento de interacción y límite del poder, dando origen el fenómeno de las elecciones, donde presenta dilemas inmediatos a responder, ¿quiénes podían elegir? (ibídem, 2020) “[…] las posibilidades de participación estuvieron en todos los casos, significativamente reducidos a varones, alfabetos y con alto nivel económico; tales limitaciones fueron hacia finales del siglo XIX y es en el siglo XX donde se establece el sufragio universal” (p. 309).


Es impensable para el hombre moderno imaginar un sistema democrático sin elecciones, capacidad de voto; definido por Robert Dahl existen cinco criterios básicos existenciales en la democracia: participación efectiva, igualdad de voto, alcanzar una comprensión ilustrada, ejercitar el control final sobre la agenda, inclusión de los adultos (Dahl, 2012). Cada uno de estos elementos proporciona el fin que podría entender el teórico Raymond Aron sobre los tres tipos de libertades generados por una democracia: libertades personales (religión, opiniones, creencias); libertades políticas (votar, protestar y reunirse); libertades sociales (medios materiales otorgados en una organización política que permite que las personas puedan realizarse) (Aron, 2021).


Según el contexto, las formas y los fines que se quieren permitir en los modelos políticos, el fenómeno de las elecciones pueden considerarse en tres puntos: sistemas electorales, procesos y modelos. En este sentido ya ubicado, un sistema electoral (Ibídem, 2020) “… puede contribuir a un proceso de cambio político, alentar la participación popular y permitir el surgimiento de representantes legítimos que sean capaces de atender diversas necesidades y expectativas tanto a futuro como de manera inmediata” (p. 307). La elección del modelo electoral, varía de acuerdo al país, su estructura e instituciones; como objeto de estudio, algunos organismos como la ONU y la UE han desarrollado espacios de estudios con el fin de entender las ventajas y deficiencias (Spiritto, 2020).


Dentro de las delimitaciones conceptuales, nos (Ibídem, 2020) “[…] encontramos componentes diversos, de cuya interacción se generan respuestas a estímulos provenientes del entorno donde opera; lo electoral indica sin duda, que el funcionamiento de este sistema se vincula a la realización de elecciones” (p. 308). Los requerimientos de los tipos de procesos, dependerán de las necesidades de los grupos, en este caso, se definirá lo que se entiende como proceso y sistema electoral; por proceso electoral se entiende (ibídem, 2020) “[…] organización y realización de actividades antes, durante y después de las elecciones, las cuales engloban las interacciones del sistema electoral con el sistema político del que forma parte” (ibídem).


A diferencia del proceso, el sistema electoral se concibe como un (ibídem, 2020) “[…] conjunto específico de normas y procedimientos que se aplican para el ejercicio del voto y la interpretación de los resultados de la votación de manera que permitan la asignación de los cargos sujetos de elección” (ibídem). En el contexto de la política moderna y las acciones que pueden llevar a cabo los gobiernos, estos desarrollos son ubicados en el sistema político como acciones que, determinan el sentido de la realidad de las interacciones sociales. El catedrático Dieter Nohlen expresa que (ibídem)


“[…] el concepto sistema electoral en su sentido restringido ―y científicamente estricto―, se refiere al principio de representación que subyace al procedimiento técnico de la elección, y al procedimiento mismo, por medio del cual los electores expresan su voluntad política en votos que su vez se convierten en escaños o poder público” (Apud, Nohlen, 2015) (p. 309).


El concepto de sistema electoral, junto a los elementos que contiene y lo definen (procesos, normas, modelos) plantean la idea similar a la del sistema político, por su delimitación conceptual de sistema: da sentido a los diversos tipos de participación cuales quiera fueren dentro de un tipo específico de grupo. A su vez, plantea el dilema de la conversión, dentro del sistema político, de canje de decisiones, votos (orientados por la voluntad política de la persona) por escaños, cargos de poder público bajo el estandarte de la representación.


¿Puede un sistema electoral, por muy variado que sea de acuerdo a la población que desarrolla formas de relaciones referidas a lo político, dar sentido, aceptación y capacidad de ejercer el poder? Así como el sistema político, dentro de la idea de David Easton plantea la asignación arbitraria de valor (de sentido e importancia) en las relaciones con fines políticos, ¿puede un sistema electoral, de acuerdo a su desarrollo histórico asignar de forma arbitraria sentido a las relaciones de poder en el espacio político? Son las preguntas que se abordarán en el próximo artículo a partir de la crisis democrática referida al ocaso de las instituciones estables.


Bibliografía

  • Aron, R. (2021). Libertad e igualdad. Página Indómita.

  • Castoriadis, C. (2005). Los Dominios del Hombre. Las Encrucijadas del Laberinto. Gedisa Editorial.

  • Dahl, R. (2012). La Democracia. Editorial Planeta, S.A.

  • Easton, D. (2012). Esquema para el análisis político. Amorrortu/editores.

  • Spiritto, F. (2020). Ciencias Políticas. Temas Fundamentales. Universidad Católica Andrés Bello.

  • Spinoza, B. (2019). Tratado Teológico-Político. Editorial Alianza.

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